La semana pasada ha sido una semana de gran luto: seis jóvenes bolivianos han muerto víctimas de mezquindades, negligencias y, en el caso de las cuatro universitarias de Potosí, de un acto de terrorismo cometido por unos imbéciles que eran sus compañeros de estudios. Estos acontecimientos tan duros no han permitido dar la visibilidad que merece a otro hecho, no luctuoso, pero tremendamente preocupante en relación a los derechos y libertades de las personas, que ha sucedido también la semana pasada.
El domingo pasado un grupo de policías irrumpió en un sauna gay de la ciudad de El Alto, maltrató a los usuarios del lugar, todos mayores de edad, y detuvo a cuatro personas, tres de las cuales permanecieron en celdas policiales por lo menos hasta el viernes. Entre estas personas estaban los empleados del local, que fueron acusados de “pornografía” y de atentado contra la salud pública. En un determinado momento estuvieron a punto de ser trasladados a la cárcel de San Pedro, con detención preventiva, por cinco meses, mientras se investigaba el delito que se les estaba inventando.
Quienes siguen esta columna saben de mi aversión a la detención preventiva, por lo injusta que es, si partimos del concepto de presunción que es la base de todo sistema jurídico moderno. En este caso, lo que tenemos es una vez más el intento de mal uso de esa herramienta de la justicia que debería ser utilizada sólo en casos muy extremos.
Aparte del comportamiento abusivo cometido por la Policía en el allanamiento del local y el arresto de las cuatro personas, tenemos la detención de éstas y el riesgo de ser llevadas a prisión por un largo tiempo, por un delito que no sólo no fue cometido, sino que simplemente no existe, en el que no hay ni víctimas ni perjudicados. La tarde del domingo pasado se convirtió en una pesadilla homofóbica anacrónica que realmente tiene que preocupar a todos los ciudadanos de bien y debe hacer que se activen todas las instancias que velan por los derechos de las personas.
Posiblemente algunos de mis lectores no saben lo que es un sauna gay y vale la pena hacer la aclaración: no es sólo un sauna donde van hombres homosexuales, sino un lugar donde van hombres homosexuales y pueden tener relaciones sexuales allí mismo. Personas muy pacatas o ultraconservadoras, o muy cristianas, pueden escandalizarse, pero lo cierto es que esos establecimientos ofrecen un servicio extremadamente civilizado, vale decir, un espacio seguro, para quien quiera tener relaciones sexuales con personas que estén en el mismo afán. Ese tipo de espacio es mucho más seguro que parques oscuros, arrabales o bares de mala muerte, donde el abuso del alcohol podría implicar otro tipo de riesgos.
Curiosamente, la existencia de “saunas gay” puede ser un buen termómetro, en una sociedad, de la libertad sexual y del respeto a las personas y sus opciones. En otras palabras, es un buen termómetro de la modernidad de una ciudad. Es curioso que sea El Alto, y no La Paz, el espacio urbano donde han surgido este tipo de establecimientos. Y se puede estar feliz con que existan. Aclaremos que no todo homosexual va a esos establecimientos, pero es bueno que exista la opción, y es bueno no sólo para quien es homosexual, sino para su entorno, vale decir, para la sociedad en su conjunto (aclaremos: quien no es homosexual tiene un pariente o un amigo, el hijo de un amigo o un conocido, vale decir, un prójimo que lo es).
Lo sucedido la semana pasada en torno al local que nos ocupa es un detestable acto homofóbico que vulneró los derechos de todas las personas maltratadas, que vulnera el Estado de derecho y que degrada la calidad de vida de todos los bolivianos. Los perpetradores de estos abusos, tanto en la Policía como en Fiscalía y en el Juzgado que atiende el caso, deben ser llevados ante la justicia y creo que la prensa tiene que ocuparse del tema con mayor compromiso. Lo que está en juego es muy importante.
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