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Salud a flor de piel
Médico naturista. Investigador en la Universidad de Zaragoza
La piel encarna nuestra identidad, nos hace únicos, nos separa del medio y, al mismo tiempo, a través de ella tomamos contacto con lo que nos rodea, formamos parte del mundo y del universo ("cosmética" tiene mucho que ver con "cosmos").
La medicina moderna le dedica especialidades enteras como la dermatología, la cirugía plástica y la estética, y se estudia desde otras disciplinas, sin llegar nunca a abarcar lo que para nosotros representa.
La piel puede ser un reflejo de lo que ocurre en el interior del cuerpo. Sus problemas pueden estar alertando de algún desequilibrio interno, físico o anímico, que conviene abordar.
Con su relación abierta al medio ambiente o al clima artificial, la piel sufre más que ninguna otra parte del cuerpo. De hecho, es capaz de sentir tanto la temperatura exterior como la interior.
La piel resulta esencial para el control de la temperatura corporal y mediante la sudoración regula el agua.
Con el sudor y las secreciones grasas, forma un manto ácido en el que viven bacterias que ayudan al organismo a defenderse de otras que pueden resultar nocivas.
Otra de las funciones de la piel es proteger al organismo frente a las radiaciones solares perjudiciales, a las que se adapta pigmentándose.
Al mismo tiempo aprovecha todos los beneficios del sol, ayudando a eliminar sustancias tóxicas a través de la transpiración.
La piel es, además, un centro sensorial. A través del tacto selecciona lo que es bueno y agradable para nosotros, y rechaza a través del dolor o el picor lo que nos perjudica.
Las glándulas segregan a su vez olores perfumados que resultan atrayentes o repelentes para quienes nos rodean.
Y a través de la piel cada uno muestra sus encantos y desencantos, que forman su tejido de relaciones sociales.
La medicina tradicional china, desde hace miles de años, ha establecido sobre la piel el recorrido de meridianos a través de los cuales circula la energía.
Desde ellos se puede, mediante estímulos basados en presión, calor o pinchazos, ayudar a regular esa energía y corregir desequilibrios internos.
Los problemas hepáticos pueden darle a la piel un tono amarillento, mientras que manchas rojas que no desaparecen a la presión, con fiebre y dolor de cabeza, pueden indicar meningitis.
Si la piel aparece seca y pálida puede tratarse de problemas renales. Puntos rojos o moratones anuncian alteraciones de la coagulación.
Pero en las agresiones a la piel la conexión no es solo física; también puede ser emocional.
La psique es tan cerebral como táctil. La falta de contacto y cariño hace enfermar al sistema inmunitario.
Una infección puede deberse a una exposición a un agente infeccioso (como un hongo en una piscina), pero a su vez puede derivar una debilidad del sistema inmunitario provocada por un exceso de ansiedad o de temor por falta de afecto.
De hecho, las amigdalitis y las otitis infantiles fueron típicas en los niños hospicianos, que morían de ellas, o aparecen con frecuencia en la época de guardería.
Es verdad que se curan con antibióticos, pero también se curan con la atención, el contacto piel con piel y la leche materna cuando somos pequeños.
Reeducar la piel es una forma de aumentar la salud y prolongar la vida.
Cuanto más se favorece su renovación haciendo caer las capas epidérmicas muertas mediante prácticas naturales de limpieza, más se activa la formación de nueva piel.
La purificación del organismo es, en gran parte, función de la piel. Por eso, en la infancia y la juventud, las enfermedades de la piel –erupciones, escarlatina, varicela, costra láctea, sarpullido, urticaria, acné...– protegen la vida antes de que las costumbres antinaturales anulen o retrasen su capacidad para depurar.
Vitalizar la piel es, pues, un medio seguro de rejuvenecimiento y de hacer frente a padecimientos crónicos.
Al favorecer la eliminación de desechos por la piel, se alivia el trabajo de intestinos (cuando hay estreñimiento), pulmones (en caso de afecciones respiratorias) y riñones (si es insuficiente el filtrado de la sangre).
Ante los problemas de piel, la medicina naturista propone una visión integradora de los cuidados. El paciente tiene que colaborar en su curación, en la autogestión de su salud.
Es importante que comprenda los porqués de su problema de piel. También debe tener en cuenta que todo proceso necesita un tiempo y que hay que respetar los ritmos del cuerpo.
La ley de curación del homeópata Constantine Hering dice: "El organismo se cura de dentro afuera y de arriba abajo".
Un problema de piel muchas veces indica que el cuerpo elige la mejor opción para eliminar un tóxico o causar una reacción en un lugar en que cause el menor daño posible.
Es importante establecer un tratamiento general en el que se valoren las posibles causas del problema, como infecciones, alergias u otras enfermedades, así como la constitución y la fuerza reactiva del cuerpo, la dieta, la actividad o trabajo que se realizan... sin descuidar las alteraciones psíquicas.
En el tratamiento se propone reactivar lo sano del organismo, potenciando al máximo su capacidad curativa.
Además de revisar cómo pueden estar influyendo los factores ambientales, como el entorno de trabajo, la ropa o el contacto con el medio natural, pueden plantearse medidas como promover la sudoración a través del ejercicio, tender a una dieta vegetariana, controlar el estrés con relajación, procurarse sueño suficiente y desintoxicar el organismo o suprimir hábitos como el alcohol y el tabaco.
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El tratamiento sanitario puede ser general (dieta, homeopatía, fitoterapia...) o local (pomadas, apósitos, cataplasmas, baños...).
En procesos agudos, puede resultar útil el ayuno con agua o la cura de cítricos o alimentos ricos en carotenos.
En un libro de dermatología para doctores de medicina general (La dermatología de la clientela, de H. Gougerot) publicado a principios del siglo XX, solo unos años antes de que se inventasen los antibióticos y corticoides, se recogen consejos médicos que siguen siendo útiles hoy:
En esta época en que muchos problemas de piel se tratan con antibióticos y corticoides, hay que decir que estos pueden a su vez causar problemas de piel, sobre todo alergias, infecciones por micosis y atrofia de piel. Y que muchas veces la solución pasa por suspender su uso.
En los casos de alergias alimentarias o medicamentosas debe simplificarse la alimentación o la medicación, e ir añadiendo poco a poco diferentes alimentos o medicamentos hasta dar con el que produce la reacción y suprimirlo.
Algunas plantas tienen una gran influencia sobre la piel.
Pueden resultar útiles las depurativas, las que regulan el tránsito intestinal, las sudoríficas o antisudoríficas, las que aportan minerales o vitaminas beneficiosos para la piel, las antiinflamatorias, las antihistamínicas, las antisépticas, las cicatrizantes...
Además de ejercer un efecto concreto sobre la piel, las plantas pueden actuar de forma general ayudando a la acción curativa del cuerpo.
Tanto por sus propiedades para resolver problemas concretos como por su capacidad para potenciar el poder curativo del cuerpo, estas cinco plantas son las más utilizadas:
Uno de los grandes remedios de la medicina naturista y la medicina general en los problemas de piel es el uso del agua.
La limpieza con agua y jabón es la terapia número uno para la mayoría de problemas.
También se pueden emplear aguas minero-medicinales: se realizan tomas de aguas sulfuradas, cloruradas y sulfatadas, o baños de aguas sulfuradas, radiactivas, clorurado sódicas, sulfatadas o arsenicadas.
Otras técnicas frecuentes son la pulverización, la ducha filiforme (proyección de un chorro fino de líquido a una presión muy fuerte) y chorros.
Las enfermedades que mejor responden a estas terapias son los eccemas de contacto y seborreico (baño, chorro y ducha), el prurito (baño, chorro y filiforme), la psoriasis (baño, chorro, filiforme, con agua sulfurada y clorurado sódica), el acné rosácea (baño, chorro, filiforme y tomas, con aguas sulfuradas y clorurado sódicas), las secuelas de quemaduras (ducha filiforme y baño) o el liquen plano (ducha filiforme y baño).
La sauna y el baño de vapor están indicados por su acción general y local sobre la piel.
La sauna supera a los cosméticos en su acción rejuvenecedora. Además, elimina la hiperqueratosis, aumenta la resistencia a infecciones cutáneas, y mejora la cicatrización y reparación de la piel.
El tratamiento homeopático de las dermatosis comprende remedios sintomáticos que corresponden a las sustancias que, toxicológica o experimentalmente, producen lesiones cutáneas semejantes a las que se sufren.
Estas sustancias inducen una reacción general a nivel físico y psíquico que puede ayudar a resolver el problema:
Existen también remedios específicos de uso general o local según el tipo de reacción de la piel o sus secuelas.
Pero todavía mejor suele resultar el tratamiento personalizado por parte de un médico homeópata, observando globalmente a la persona, y no solo el problema cutáneo.
Las más practicadas son la relajación y las curas de sueño.
El entrenamiento autógeno, una técnica de relajación, se ha utilizado en dermatosis y verrugas, y para controlar pruritos locales fuertes.
Las curas con baños de sol permiten aprovechar los beneficios de las radiaciones solares y evitar sus riesgos de manera natural.
El sol se toma a horas concretas del día y durante un tiempo controlado, que se va aumentando a medida que avanza la cura.
Resultan eficaces en ciertos tipos de acné. En otras afecciones de piel, como eccemas, psoriasis, impétigo o vitíligo, se indican como tratamiento complementario.
Sin embargo, algunas enfermedades tienen contraindicaciones: lesiones precancerosas, nevus, epiteliomas, lupus eritematoso y pelagra.
Gracias a su capacidad de absorber agua y retener calor, resulta muy terapéutica para la piel.
Se suele aplicar en forma de cataplasma, mascarilla o baños de agua arcillosa y ayuda a resolver acnés, eccemas, psoriasis, forúnculos, abscesos, seborreas, urticarias, callos y verrugas.
Los limos, el agua de mar y el lodo resultan útiles en eccemas crónicos, psoriasis, dermatitis tóxicas, prurito y acné vulgar.
La acción es de sus componentes químicos; no importa la temperatura. Sucede lo mismo con los biogeles y las mucosinas o bareginas.
Se emplea como refuerzo terapéutico en alteraciones estéticas: acné, dermatitis perioral, eritema facial persistente y úlceras varicosas con linfedema.
Ante todo, conviene huir de tratamientos rápidos o agresivos con la piel. Siempre hay que tratarla con cariño... ¡y más si está enferma!
Hay que recordar, como hemos dicho antes, que a veces la reacción de la piel forma parte del inteligente proceso que tiene el cuerpo para equilibrar la salud. Estos hábitos pueden ayudar:
No hay que olvidar que la piel está destinada al contacto con la naturaleza, las personas, la radiación cósmica... Es saludable favorecer estos contactos.
Loción o aplicación terapéutica: con agua caliente o tibia, que dilata los vasos; con agua fría o muy caliente, que los contrae; o con alguna infusión: cola de caballo, tilo, saúco, etc.
Apósito húmedo: se hace con compresas de algodón o gasas plegadas y empapadas, y se renueva de una a tres veces al día. Puede aplicarse sobre un empolvado o capa espesa de pasta de cinc (en eccemas). En las dermatosis irritables, no debe sobrepasar la lesión y es útil proteger con una pasta inerte la piel que queda intacta.
Cataplasma: se puede preparar una con fécula de patata, de propiedades antiinflamatorias y calmantes. Debe ser fría, firme y elástica, y es una buena alternativa a los apósitos cuando no alivian o es incómoda su colocación (como en el caso de forúnculos).
La medicina naturista trata algunas afecciones de piel con baños locales o generales a base de aguas minero-medicinales o con plantas u otros ingredientes naturales.
Emolientes. Son baños que ayudan a suavizar y calmar la piel:
Detergentes. Baños que sirven para la limpieza de pieles demasiado grasas, seborreicas o escamosas (con psoriasis). Pueden ser de aguas minerales clorurado sódicas débiles o baños alcalinos carbonatados (de 50 a 250 g de carbonato sódico por baño).
Tónicos. Se recomiendan en los prurigos crónicos infantiles, en los escrofulolinfáticos y en los debilitados de piel no irritable. Se emplean soluciones medicamentosas, el agua de mar y las aguas saladas naturales.
Sulfurosos. Estos baños son coadyuvantes útiles en todas las afecciones en que están indicados el azufre y los sulfuros: seborrea, pitiriasis, acné, psoriasis, sarna, etc.
Reductores. Pueden ser baños débiles (baños de alquitrán, que se aplican con una técnica muy específica, en el eccema o en los pruritos), medianos (con aceite de enebro) o fuertes (con ácidos crisofánico o pirogálico, en la psoriasis, el liquen y afecciones no irritables).
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