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Periodista de Viajes National Geographic
La naturaleza se empeña, minuto a minuto, en demostrar que es el escenario perfecto para desconectar, reconectar y, en cierto modo, volver a lo más primitivo. Esa es la filosofía de los hoteles-paisaje, espacios que se integran en el entorno, que lo subliman con las comodidades sin olvidarse que el mayor tesoro es lo que lo rodea. Y un ejemplo de ello es el Douro41 Hotel & Spa, un milhojas de pizarra a 41 kilómetros de la desembocadura del Duero en Portugal. Precisamente este río es el eje de un complejo que pone en valor y se enriquece con todo lo que este caudal le aporta. Y eso es mucho.
“¿Cuántas horas dura el Duero?” se preguntaba el poeta Gerardo Diego en uno de los muchos versos que le dedicó a este gran río. Y la respuesta depende del destino y del viajero. Para llegar al hotel Douro41 no hay mejor opción que remontar el río, un viaje a contracorriente del que se encarga Invictus Cruises y que deja atrás el colorido corredor que forman Oporto y Vila Nova de Gaia para transportar a los huéspedes a su remanso de paz.
A medida que se deja atrás la ciudad, el Duero ofrece una calma compartida solo con otras embarcaciones y algún que otro regatista antes de llegar al final del trayecto. Tras 41 kilómetros de travesía, a los pies de Castelo de Paiva, el delicado perfil de Douro 41 y su embarcadero, con capacidad para 26 barcos, asoma para regalar al viajero un oasis portugués que pone en valor la naturaleza en la que se enclava.
Douro41 está construido en piedra y vidrio en un sistema de terrazas que asemeja a una escalera abrazada a su entorno, fundida con los colores y las formas de la naturaleza que le circunda. Este alojamiento, cuyas partes más antiguas corresponden a una granja y a un puerto que servía para el comercio de vino y leña en el siglo XVIII, fue renovado en 2019 por Discovery Hotel Management. En la ampliación se agregaron varias suites construidas en la ladera y a las que se llega por un funicular que constituye una experiencia única.
La reforma del hotel lo revistió de una particularidad: desde cualquiera de sus puntos se puede estar en conjunción con el ecosistema que lo rodea. Río y montaña dialogan constantemente con el hotel, incluso a través de sus pasillos, gracias a las grandes cristaleras que hacen las veces de paredes en gran parte de los espacios. Dos piscinas exteriores, ambas infinitas, y la piscina panorámica del spa, hacen que el cliente pueda sentirse parte del paisaje también a través del agua y rodeado de jardines y terrazas que hacen sencilla la tarea de desconectar.
La moqueta amortigua los pasos por este edificio de nueve plantas en el que se distribuyen patios interconectados, tres espacios gastronómicos, jardines, gimnasio, biblioteca, un salón dedicado al cine y dos piscinas que funden sus límites con el río. El minimalismo es la base de la calma que busca transmitir Douro41 y que consigue también a través de su decoración, realizada por Cristina Jorge Carvalho, de colores neutros, piezas sencillas y tonos crema que juegan con la madera para dar calidez y continuidad a la sensación de naturaleza.
El spa une al cliente con el paisaje a través de la vista panorámica de la sauna, el baño turco y su piscina climatizada, desde donde se puede observar cómo el sol cambia los tonos del entorno sobre las curvas del Duero. Para redondear la experiencia termal, además de las salas de tratamiento y la ducha de sensaciones, el hotel se hermanó con la línea de productos Moss Of The Isles, cuyos aromas y sensaciones son la guinda perfecta para que los huéspedes consigan una armonía perfecta.
Las líneas del hotel son un reflejo de lo que espera dentro de las 56 habitaciones y cinco suites de Douro41. Tanto las habitaciones Deluxe, como las superiores y las inferiores gozan de paredes que permiten disfrutar de vistas al bosque, de los caballos que pacen frente al hotel o de las curvas del río. Algunas de ellas tienen incluso vistas a ambos espacios, incluida la piscina, sin contar con las suites, enclavadas en lo más alto del hotel, dirigiendo la mirada aún más lejos.
En algunas de las habitaciones, no solo la cama mira hacia el cuadro real que son sus ventanas, sino que también lo hace su escritorio, algo que hace más fácil (o difícil) trabajar. Sobre él, una nota en la que se explica la importancia de la naturaleza y los insectos, por lo que se pide respetarlos y devolverlos a su hábitat en el caso de toparse con alguno. Los altavoces Marshall, con melodías suaves, redondean la experiencia de paz en un espacio cuidado al detalle donde se tiene en cuenta la comodidad a todos los niveles. Por ello, un paraguas descansa en todas las habitaciones, puesto que la lluvia en estos lares es bastante habitual.
En el hotel Douro41 se reparten tres espacios gastronómicos. El Terrace Pool & Grill, solo abierto en verano junto a la piscina superior, el À Terra Bar & Canteen, de tapas, aperitivos y cocina moderna con horno de leña, y finalmente el Restaurante panorámico Raiva, capitaneado por el chef Dárcio Henriques. El cocinero trabajó codo con codo con Joël Robuchon y pasó por Shanghai antes de llegar a Celeste, en Londres, donde se hizo con una estrella Michelin. De vuelta a su tierra natal, Henriques honra el territorio que baña el río con sus productos, que se presentan en carta con el número de kilómetro del que provienen.
La cocina tradicional y sencilla del restaurante mezcla océano, montaña, viñedo, huerta y meseta y los relaciona con el río en un espacio abierto a este. Sus platos son de temporada, y entre ellos se puede encontrar gastronomía tanto española como portuguesa, dado que el río cruza ambos países. Además del menú degustación, la carta ofrece platos como tarta de naranja amarga de Tua del km 168, una selección de quesos del kilómetro 891, Codorniz y ensalada de lentejas DOP de Armunia del km 397 o lomo de vaca de Arouca del km 48.
Una buena forma de disfrutar también de la gastronomía de la zona es a través de alguna de sus experiencias, parte de ellas en los espacios del hotel, y otras ubicadas en los exteriores o incluso unos kilómetros más allá. Las edades del Duero es la más clásica, en la que se ofrece un viaje por los sabores del río, simulando la juventud, la madurez y la vejez a través de vinos y productos como el queso. Sin embargo, la más íntima y hogareña se realiza en la biblioteca, una comida exclusiva de hasta nueve platos guiada por el chef en persona, que también ofrece un workshop de aceites aromatizados o de encurtidos.
Sin embargo, además de poder hacer un picnic en los jardines de alrededor con un menú escogido previamente, también hay mucho más que degustar fuera del recinto. Una de las actividades estrella es la del ahumador de doña Otilia, Talho da Vila, donde la local explica y enseña a hacer sus productos y sus recetas. Para los amantes del vino, hay paradas obligatorias, como la Quinta do Vinho Verde, Sapateiro Wines o Churchill’s Port, entre otras. La buena noticia es que, aquellos que se enamoren de los placeres culinarios en este viaje, quizá tengan la suerte de encontrarlos en la pequeña tienda de comestibles del hotel donde se ofrecen productos locales y artesanos.
No solo el aspecto exterior del hotel busca causar el mínimo impacto posible, sino también las acciones que la rutina diaria de este repercute en el medio ambiente, por ello Douro41 ha creado el proyecto Green, con unas metas anuales en pos de alcanzar una certificación ecológica y sostenible. Para hacer a los huéspedes partícipes de ello, desde el alojamiento se ofrece la posibilidad de aunar el ocio y la consciencia ambiental llevando a cabo experiencias como limpieza del río tanto en barco como en kayak, pero también de los caminos que circundan el alojamiento.
La huerta del hotel es otro de los ejemplos de una alimentación respetuosa, valorando el autoconsumo, el producto local y el conocimiento de aquello que se consume. El jardín de vegetales orgánicos y hierbas aromáticas de Douro41 abastece a sus espacios gastronómicos y a los clientes, del mismo modo que lo hacen las colmenas de donde se extrae la miel de algunos de sus deliciosos platos. Y como la sostenibilidad también tiene relación con el reaprovechamiento y el conocimiento de los orígenes, también se pone a disposición de los huéspedes un taller para aprender a trabajar el cuero.
En Douro41 amanece con el sol peinando los bosques y los pequeños sonidos de la mañana, un momento perfecto para dar la bienvenida a un nuevo día con una sesión de yoga o un masaje al aire libre acompañado de una taza de té con las hierbas aromáticas del propio hotel. Una vez el cuerpo sale de esa morriña mañanera, una buena opción es estirar las piernas y abrir los sentidos con un paseo a la Praia do Choupal o a las aldeas Midões y Gondarém, disfrutando de los miradores y los pasadizos de madera de la ruta y de su naturaleza rural.
Sin embargo, el paseo también puede hacerse por el agua, recorriendo el río en canoa, kayak o tabla de paddle por los márgenes, descubriendo lugares como la Ilha dos Amores, perfecta para un picnic. Pero si lo que se prefieren son los barcos, un día de pesca o un viaje hacia el paisaje de viñas del Duero de Pinhao hará las delicias de los huéspedes más exigentes. Vale la pena también conocer el río por las alturas en una visita al Ponte 516 Arouca, el mayor puente peatonal suspendido del mundo, con más de medio kilómetro de recorrido, o los Passadiços do Paiva, que atraviesa una de las partes más inhóspitas y bellas del valle.
El hotel guarda una recompensa para aquellos exploradores que, a lo largo del día, se han aventurado a descubrir el entorno y todo lo que este ofrece. Con una gran panorámica del río, como no podía ser de otra manera, un rincón de Douro41 proyecta dos películas para desconectar, imitando una sala de cine donde las palomitas y las golosinas ponen el punto y final a una jornada de reconciliación con el cuerpo y la mente.
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Periodista de Viajes National Geographic
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Director digital de Viajes National Geographic
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