a Azucena Salpeter, poeta maestra de poetas
Es tan buena tan buena,
con pasas de uva rubias
de esas que tienen pliegues
la hace tan buena, tan buena,
como un pequeño cachorro
como la yema de Estrella Federal
“¿De qué color es, entonces?”,
me pregunta el florista de la esquina
mientras vende crisantemos y azaleas,
incluso higos y mermelada de ciruelas.
Todo esto perfumado de cielo.
“Es color chocolate, como cuando
¿No son su especialidad acaso
Ah, y esas pasas de uva rubias
toma el pincel de cerda de camello
como si fuera una aguja
de tejer la lana agreste.
La madeja entre sus manos,
arrastrada por los cinco vientos alisios.
Teje y desteje sus óleos.
un asteroide, el cometa Halley
Azu pinta a Júpiter
Entonces los tornados de la tierra
se encrespan pero sin hacer ruido
como la pelambre de mi gato
al ver a una vaquita de San Antonio
Y pan con pan comida de zonzo.
una porción de hígado
porque Azu le ha pintado uno
en su plato de latón abollado.
Un hígado rozagante, dulzón,
tierno, jugoso, con el aroma
de los plumones de mi almohada.
Sí, justo del mismo sabor,
¿Serán las aves una forma de pintar?
Mi gato olfatea el festín.
que lo hizo brotar de la nada:
el blanco sobre perla de un lienzo.
Y Azu que es tan buena pintora
ha conquistado su obra de arte:
dibuja el menú a la carta
con el plato del día y todo.
para verlo comer a mi gato.
Se le hace agua la boca.
Me gusta ver trabajar a Azu,
(porque además sus pinturas,
Y esto sí es la gloria
de la belleza pura luz,
la de los rayos de sol de otoño
traídos por la marea desapacible
El hígado que Azu ha pintado,
para mi gato Tomás
es tierno, suave al paladar.
se me derrite entre las manos
de crema de limón.
jamás me ha pintado
como a una jalea de frambuesa
ni como a las moras
recién cortadas del Bosque
Pero sí me ha pintado
a una gitana en flor,
sensual como el almíbar
de un damasco de huerta.
A Azucena Salpeter y Patricia Coto
con un cuchillito de marfil de la India,
mientras Patricia pica cebolla morada
sobre una tabla de madera de cedro
repujada con volutas de plata.
¿Vieron esa plata que no es cara,
pero es austera, sobria y no se aja?
Mantiene su dignidad y elegancia
aun en los temporales más pintados.
Y digamos las cosas como son:
la plata es un metal noble.
un risotto a la menta
al que me han convidado,
pese a que no se conmemora
otra festividad más que la de vernos
sobre las dos mitades del tomate,
que hago girar morosamente
con los dedos de mi mano derecha
como si fuera el pecho de una búlgara.
Después salimos al jardín de Azucena.
Ella alimenta con semillas de lino
a los pavos reales del Peñón de Gibraltar.
que se los mandó FlanneyO’Connor
ensobrados en los Cuentos completos
y su novela Sangre sabia
que es para que no pongan sus huevas
en esta tierra de rabia y desmemoria.
Mejor guardarlos en la placenta.
en la calma tibia y blanca
Miro el jardín y se parece
a la miel del Mar de Groenlandia,
a la del clavo de vainilla de Bogotá.
Ese clave que se guarda
en un tubo de vidrio,
Me recomiendan probar (eso sí)
las fresas de este diciembre
por lo que le adelanta
el pronóstico a Patricia.
es partidaria de las moras.
Me gustan los frutos del bosque.
Patricia me convida un mate
El titular de un diario
sobre la mesa de piedra
son asesinados por día
La felonía más perfecta
“Lo que pisamos es tierra de nadie”,
Aún así, o quizás por eso,
azoto, ya en la vereda,
Quizás, o solo un embrujo.
cada uno está en su casa.
Repican las campanas del atardecer.
Cada uno escribe sus poemas.
Jugamos a perder la cordura
por un rato, en el Mar Báltico
Los poemas tienen sal marina
Como si nos hubiéramos sumergido
Los poemas de Azucena son insolentes.
Los de Patricia están llenos
de calma y de una singular devoción.
De los míos no podría asegurarlo.
El planeta cabe entonces en una cajita
en una caracola con un brote de coral.
se nos ha hecho la hora del lobo.
Cada cual en su casa,
se mete entre las cobijas con libros.
Cada cual con quien quiera.
A soñar que Emily Dickinson
también ha sido feliz con su bonsái
guardado junto a un barco
con sus camisón transparente,
cuando solo por un día
tan solo para sí misma.
un plato con gajos de mandarina,
y después me derrumbo
Los sueños, por otra parte,
para Patricia Coto, poeta maestra de poetas
Por entre el ajado libro
Decir que es su favorita
(y de las más dignas)
de no faltar a la verdad.
en la joven luego vieja
Emily que ha dado la vuelta al mundo
escribiendo tan solo 1.800 poemas,
sin moverse de su casa?
Pero si hasta ahora creo verla
hamacándose en su sillón de mimbre
castillo de naipes, as de oros,
en la culminante sensibilidad austera
que ha dado luz al jilguero
subiendo por la pequeña puerta
con rejas de bronce.
Son mullidos como diente de león
(panadero así llamado en mi patria),
que se sonroja a solas.
sobre una silla de madera
de la caña de azúcar.
Mañana por la mañana,
las flores se incendiarán
de rocío y néctar.
Es que los poemas de Emily
entran en ebullición, borbotean
como marmita con un guiso.
Son volátiles como colibríes,
que recorren las corolas peregrinas
en el jardín de invierno de Emily.
con los que es severa).
Ahora, en este preciso momento
de sueños con anémonas y corales,
Un sueño de una barca encallada
a su jardín de invierno
que este océano mar,
cuyas aguas en vaivén
sin embargo se acercan a su orilla.
a su paso por la casa.
El botón de la margarita
sucumbe a uno de sus poemas
leído en voz alta
(el que acaba de terminar)
y lo cubre con una película
de modo que al despertar
mañana por la mañana
para Azucena Salpeter y Patricia Coto
Ánade real y ruiseñor,
corren cada una tras su bandada.
puede que sea tan Pavese
los poemas de Ursula K. Le Guin
en la ceremonia de la amistad
se reúnen en torno de una mesa
de mármol de Carrara
es en cambio la pureza
la roca que las ampara
sin lujos y con fidelidad”).
El Jardín de Azucena
(ella está feliz de regarlo,
que se van en vicio)
un Jardín lleno de cielo
La humedad se ha precipitado,
Evaporada por el astro más ardiente
(claro que podría haber sido la luna)
un perro de Pekín
los cuatro Jinetes del Apocalipsis
al conjunto sostenido por estambres.
En los poemas de Patricia
la mirada serena de María,
más conocida como Reina-del-Universo.
Dícese del título celeste
de la Tres Veces Admirable.
aquel verso de Olga Orozco
y de pronto ha aflorado
Y Azucena evoca a sus abuelos,
se regocija mientras le lee
en voz alta a Azucena
los poemas, armonía pura
Sabemos de lo esmerado de su Verbo.
la pluma del pelícano
nos hace gozar de tres mieses,
en su ademán salvaje
en la resina antiquísima
permanece en el mejor boj
del jardín de otoño
escuchando su diálogo de tres
en el que nada puede empañar
la ventana de la poesía,
se derrumba al vacío
Los papeles comienzan a volar
El hálito del poema,
en los que los tres poetas
se calcinan de pasión
las unas con las otras
hasta lograr el verso perfecto,
Ninguna palabra da lo mismo,
Ambas se han consagrado a la creación:
su pasión por la poesía.
con la marea del Mar del Norte,
y deja a sus pies.
Chapalean en el agua las amigas
un agua tan pura tan pura,
que luego el océano se retira,
húmedo como los primeros besos
entre dos personas jóvenes
en que las hojas pese a todo,
La Corriente del Niño,
arrasa con su agua helada
en plena América del Sur
en el interior de ambas
la que salvará al arte,
Epílogo de las amigas
Azucena: Es tarde. Es la hora del lobo. Mejor volver al atelier, donde brincan los colores
Patricia: Es cierto. La primavera este año se hará esperar. Mejor ir hasta la terraza.
Corroborar la frescura y la suavidad muelle del jabón de lavar sobre la tela de lino. Las sábanas que la brisa embolsa, como el tul de una princesa de Oriente que sale a pasear montada en un elefante. Aquello que jamás conoceré.
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